8:00am - 5:00pm

Horario de atención lun. - Vie.

2266-8504 ó 5777-1858

. Contáctenos para consultas por teléfono ó whatsapp

Facebook

Twitter

Search
Menu
 

Elocuencia, Argumentación jurídica y comunicación eficaz

Elocuencia, Argumentación jurídica y comunicación eficaz

¿Qué es la elocuencia?

(Rae) ELOCUENCIA: Facultad de hablar o escribir de modo eficaz para deleitar, conmover o persuadir.

Ángel Osorio y Gallardo en su libro “EL ALMA DE LA TOGA”, cuando habla del arte y la abogacía, diferencia nuestra profesión de otras, por el uso de la palabra, diciendo: “…mientras otros tienen como elementos de expresión la aritmética, la química o el dibujo lineal, nosotros usamos la palabra escrita y hablada, es decir, la más noble, la más elevada y artística manifestación del pensamiento, y no la palabra escueta y árida que basta para explicar botánica o planear una industria eléctrica, sino la palabra cálida, diáfana, persuasiva, emotiva que ha de determinar la convicción, mover a la piedad, deponer el enojo o incitar a la concordia: la palabra con arte. Si el abogado no es orador y escritor, no es tal abogado.”

Por tanto podemos decir que hablamos o escribimos con elocuencia, cuando nuestra comunicación es eficaz.

Los cuatro pilares de la elocuencia jurídica:

1º Define la finalidad de tu comunicación: ¿qué pretendo lograr?

Toda comunicación verbal o escrita tiene una finalidad concreta.

Definir previamente la finalidad de lo que vas a decir, requiere pensar antes de hablar o de escribir.

Si practicas esta primera reflexión, te darás cuenta de que en muchas ocasiones, tu ego se antepone a la finalidad de tu comunicación, distorsionando su objetivo y llevándote a emplear formas de comunicación que le den protagonismo a él: ofendiendo, exagerando, despreciando, gritando… Y la finalidad pretendida: “determinar la convicción, mover a la piedad, deponer el enojo o incitar a la concordia”se quedan sin cumplir.

La diferencia entre vencer o convencer, son algunas de las claves de la comunicación eficaz.

Es necesario pensar primero, la finalidad real de la comunicación.

Definir el objetivo de la comunicación, requiere serenidad. Si estas alterado, es porque tu ego reclama protagonismo, se siente herido, quiere tener la razón. Esto te impide ver con claridad cuál es el objetivo de tu comunicación. Relájate: sal, vete a correr, de compras, al cine. Cuando vuelvas, tu ego habrá perdido su influencia sobre ti. Verás de otra forma las razones alegadas. Tus argumentos serenos cobrarán vida, llenándose de rigor y de elocuencia. Sabrás entrelazar los hechos, verás la importancia de las normas, el error del juez, la interpretación sesgada del contrario. Ahora puedes empezar a pensar, a tomar tus notas, a confeccionar el mapa mental de tus ideas.

Con el ánimo sereno, ubica tu comunicación en el conjunto del asunto y valora su necesidad y conveniencia.

Un asunto profesional tiene un objetivo primordial: La defensa concreta de unos intereses de tu cliente: lograr una pretensión clara, concreta y definida.

A lo largo de la vida del asunto hay muchas pequeñas batallas. Desde cambiar una cita varias veces, porque el compañero contrario tiene la agenda apretada, y a ti no te da la gana, por que sientes envidia de su mucho trabajo, o diversos incidentes y recursos intermedios que, realmente, no resuelven nada. Por eso antes de escribir, trata de ubicar tu escrito en el conjunto del asunto para valorar su importanciaAnaliza los beneficios y los perjuicios. Repasa tu estrategia procesal.

Una vez tengas clara la finalidad y conveniencia de tu comunicación, prepara un esquema mental o mapa de tus ideas, para luego desarrollarlas. Haz una lista de tus argumentos. A mi me ayuda mucho usar una pizarra, para pensar.

2º Define quién es el verdadero destinatario de tu mensaje.

Saber quién es el destinatario de tu comunicación es muy importante. A veces, más importante que tus argumentos.

En el mundo de la administración de justicia hay muchos intervinientes: desde el juez que termina poniendo la sentencia, hasta el funcionario que lleva el expediente, pasando por el o la secretaria que “dirige” el trámite del procedimiento. Esto es conocido y evidente. Lo que no es tan conocido ni evidente, es como se comunican entre ellos y quién es el autor material de las resoluciones que a ti te notifican. Entre otras razones, porque cada juzgado lo hace de forma diferente.

Hay juzgados donde la secretaria o secretario es quien “minuta” los trámites: dícese de un post-it amarillo que pega en la tapa del asunto con ciertas instrucciones, (denegándote normalmente lo que has pedido), mediante unos garabatos del tipo: “trsldo a otr prte y al otrosí otro no”. Jeroglífico que el funcionario traducirá en alguno de los formularios o plantillas que disponen los ordenadores de la administración de justicia y que se convierte en la resolución que finalmente tendrás que recurrir.

Hay otros juzgados que funcionan al revés, es decir, quien “minuta” es el funcionario y se lo pasa a la secretaria o secretario para que le dé su visto bueno. Esto sucede con funcionarios más veteranos, en los que el secretario o secretaria suele confiar. Incluso muchas veces proveen y acuerdan los funcionarios directamente y lo pasan a la firma sin más. Esto es mucho más frecuente de lo que te imaginas.

También hay juzgados “embudo”, en los que todo pasa por el Juez. Si este es eficaz, funcionan bien. Si, por el contrario, su Señoría llega a las 10 y a las 13 ya se ha ido, funciona mal. Muy mal.

Y como sé yo, cuál es mi caso: Búscate una buena procuradora. Uso el femenino por dos razones: una, porque esta profesión que, cuando yo empecé a ejercer estaba vetada a las mujeres, no sé muy bien porqué, hoy la ejercen en un 80% las mujeres. Y en segundo lugar porque, en lo que se refiere a esta función concreta, la mujer tiene mucha más empatía que el hombre y llega a conocer mucho mejor esos detalles.

En muchas ocasiones una buena gestión del procurador evita tener que recurrir una resolución equivocada, “promoviendo” la rectificación “de oficio”.

3º. La inteligencia emocional en el razonamiento.

Los dos pasos anteriores, definir la finalidad de la comunicación y su destinatario, hay que analizarlos bajo el prisma de la inteligencia emocional. Lograr el objetivo que pretendemos, depende en gran medida de la empatía de nuestra comunicación. Si somos capaces de analizar cuál es el estado emocional de la persona a la que tenemos que convencer (en esencia eso es la empatía) y cuál será su reacción ante nuestros argumentos, nos resultará mucho más sencillo emplear la forma más eficaz para convencerlo.

A veces, tenemos la razón. Toda la razón. Tenemos tanta razón, que nuestro ego se envanece, se hincha y se engorda como una morcilla y nuestros dedos van directos a las teclas del ordenador y lo primero que hacen es BLOQUEAR LAS MAYUSCULAS Y LO SEGUNDO PONER LAS LETRAS EN NEGRITA, y después escupimos nuestros argumentos, rugiendo que son unos burros, ignorantes que lo pone la ley…. QUE TENGO RAZÓN!!!!

Si quien tiene que rectificar un error, recibe una riña, antes que darnos la razón, se defenderá. También buscará tener la razón, justificar su procedersalir ganador de la batalla que TÚ, has iniciado con tus formas. Te costará mucho más lograr el cambio si riñes, porque la riña va directa al ego del reñido para ofenderle. La riña no quiere convencer, solo quiere vencer.

Si obras con inteligencia y sin pasión, cuando tengas la razón y quieras lograr que alguien rectifique su error, bríndale tú el argumento, allánale el camino:  “La resolución acuerda… cuando el artículo … determina… . Este error, comprensible, por cuanto…., debe ser rectificado y por ello…”

Cuando brindas argumentos para el cambio, además de dar razón a tu argumento, allanas el camino a tu razón.

4º. La forma adecuada en el argumento.

La elocuencia se lleva mal con su “prima” grandilocuencia. Entre otras razones porque es gorda y lo hincha todo de forma exagerada, da rodeos innecesarios, nunca va al grano, se pavonea en las formas sin decir claramente lo que quiere.

Me han dicho que una vez grandilocuencia, llegó a escribir un libro sin decir nada. ¡Capaz será! Es una engreída que no llegará nunca a ser nada.

La elocuencia es modesta por su eficacia. Solo busca su objetivo.

Si quieres evitar que en tus escritos y alocuciones surja grandilocuencia sin ser invitada, ten presente estas normas:

Nunca empieces una frase con un gerundio: retuerce toda la oración.

P.ej. “Comiendo estábamos en el salón, cuando llamaron a la puerta”.

En lugar de: “Estábamos comiendo en el salón, cuando llamaron a la puerta.

El comienzo de la frase con un gerundio es una forma de llenar de grandilocuencia innecesaria la oración, dando exceso de protagonismo a la acción “Comiendo”, cuando lo importante es lo que sucede después: que llamaron a la puerta.

La devoción por el gerundio, en el lenguaje jurídico, tiene sus raíces en el antiguo artículo 372 de la Ley de enjuiciamiento civil de 1.881, que imponía a los jueces, la fórmula sacramental para redactar sus sentencias: En párrafos separados, que principiarán con la palabra «resultando», se consignarán con claridad, y con la concisión posible, las pretensiones de las partes…También en párrafos separados, que principiarán con la palabra «considerando», se apreciarán los puntos de derecho fijados por las partes…”,

Los abogados en particular y los juristas en general, tenemos devoción por lo rimbombante y por los formulismos de todo tipo. Aunque no sepamos para que sirven, ni cual es su sentido. Piensa cuantas veces escribes al día, en el encabezado de tus escritos, y como mejor proceda en derecho…”

¿No se supone que eres tú, el abogado? ¿Cómo es que no sabes cual es la forma en que debe proceder en derecho?

Confiarías en un médico que en su receta prescribiera: “Tómese lo que mejor le convenga para la curación del paciente”. Si tú eres el profesional, debes saber como debe proceder en derecho.

Evita las oraciones subordinadas largas: Desconectan el sentido de la oración principal y complican la comprensión de tu argumento. Evita también, las oraciones subordinadas, dentro de otra subordinada:

“El acusado que era conocedor de que la victima estaba sola en su casa y que su marido, de quien se estaba divorciando, se había marchado de viaje, entró en la casa y la violó”.

Al final no sabes, si quien entró en la casa fue la víctima, el acusado, el marido de la victima que regresó del viaje, o un vecino que pasaba por allí.

Cuando tengas que expresar varias ideas, usa el punto y seguido y comienza con una nueva oración.

“El acusado sabía que la víctima estaba sola. Su marido, de quien se estaba divorciando, había salido de viaje. El acusado, aprovechando esta circunstancia, entró en la casa y a violó.

La inspiración requiere trabajo, pero si logras disfrutar con tu trabajo, la inspiración surge sin esfuerzo. La ilusión lo impregna todo. También la razón de tu argumento.

Fuente: https://saturninosolano.com/2014/12/20/elocuencia-juridica-y-comunicacion-eficaz/

Autor: Saturnino Solano Costa Abogado

Sin comentarios

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.